viernes, 19 de febrero de 2010

La despedida

Resopló. Estaba harta de la situación.

-Esto es ilógico- le espetó. Pero él , en contra de todo pronóstico, rió.
-No creí que volviéramos a dirigirnos la palabra -respondió-. Y, sin embargo, fíjate. Estamos hablando muy bien.
-Esto no tiene la menor lógica -insistió ella.
-¿Lógica? -se extrañó él-. ¿Es eso lo que tanto te molesta? ¿La falta de lógica? Pero, dime, ¿alguna vez ha habido algo lógico en todo esto?
Ella se mordió el labio inferior, consciente de pronto de la razón que él tenía. Todo era extrañamente irreal. Nada tenia sentido. De hecho, casi había olvidado lo que significaba eso.
-Pero... espera. ¿A ti no te molesta? ¿No te da miedo no entender nada? -preguntó, insegura y mareada. Él volvió a reir. Reía a carcajada limpia. Y su risita de duende le hizo perder el equilibrio. Se apoyó en la pared, ansiosa. Le faltaba el aire. Todo giraba, el mundo a su alrededor se movía de un modo incomprensible. Cayó de rodillas, cerró los ojos con fuerza y se agarró la cabeza, incapaz de soportarlo más. Y ya no los abrió.
Él se quedó observándola en silencio, viendo como se deshacía hasta convertirse en cenizas que un viento salido de ninguna parte se llevó. Cuando hasta el más fino resto de polvo ya revoloteaba con el viento, respondió:
-Por supuesto que no me molesta. Lo que me da miedo, precisamente, es la lógica. La incomprensión, después de todo, es lo único que me ayuda a seguir vivo.
Y dicho esto, dio media vuelta y se fue.

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