jueves, 2 de junio de 2011

Espinas

-¿Qué sentido tiene no querer estar solo?
-No lo sé. Algún sentido tendrá. Puede que... Tal vez sea que cuando hay alguien contigo es más difícil tener miedo.
-Tal vez.
Me mira fijamente, con el brillo bailarín de sus ojos azulados clavado en mí como una espina. No sé por qué pregunto. Ni siquiera preguntar tiene sentido. Pero ahora ya es tarde para lamentarse. No va a dejar la conversación así.
-¿Tú no tienes miedo cuando estás solo?
Sí, claro que lo tengo. Asiento para que lo sepa. ¿Hay alguien que no tenga miedo?
-¿De qué tienes miedo?
Sus preguntas son incómodas. Pero no puedo volver atrás. Ojalá se pudiera volver atrás siempre que se quisiera. Todo sería mucho más fácil. Le respondo:
-Al dolor... Y también a la muerte.
Sonríe. Sé lo que está pensando. Cree que intento ser profunda, o que soy una miedica. Pero seguro que también tiene miedo a veces. Vaya una conversación estúpida. No tiene ningún interés, y encima parezco una cría. La espina sigue clavándoseme dentro. Las palabras salen solas.
-El problema es que no hay solución posible para mí. Vivir duele demasiado.

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