viernes, 24 de junio de 2011

Up to the sky

A veces quiero saltar al vacío. Situarme en un lugar alto, con el viento en mi contra, cerrar los ojos y poner los brazos en cruz. Saltar al vacío, y remontar el vuelo hacia las nubes, con los ojos llorosos por la velocidad y unas alas que me suban hacia el cielo sin esfuerzo. Creo que tiene que ver con los sueños. La sensación de caer por un precipicio, esa subida repentina de adrenalina que frena en seco cuando te das cuenta de que no estás cayendo de verdad. La calma repentina al entender que no va a doler, fuertemente abrazada a la decepción de no estar “volando” de verdad.
A Dalia no le gusta la idea de volar. Tiene miedo. Es culpa mía, supongo. Creo que nunca llegó a superar que saltara del tejado. Una parte de nosotros murió con aquella patética caída, aplastada bajo el peso de mi cuerpo. No volvió a mirarme con los mismos ojos, con la adoración y la ternura propias de una niña, con esos ojazos enormes y verdes, llenos de inocencia y credulidad. Daban ganas de abrazarla muy fuerte, cogerla y decirle que no importaba que ella lo ignorara todo, pues en eso consistía la felicidad.
A partir de aquel día, sin embargo, algo cambió en esa mirada. El brillo de inocencia se apagó, sustituído por uno de desconfianza, que fue derivando en simple prudencia. No voy a recuperarla nunca. Pero valió la pena comprobar que podía saltar desde el tejado, aunque me costara unos cuantos huesos rotos y perder su mirada. Significa que aún tengo el valor de intentar echar a volar. Esa parte de mí no murió en la caída. Se alimentó de aquel fracaso, un fracaso que algún día se convertirá en un logro.
Mientras tanto, esperaré, imaginando que Dalia sigue siendo la misma, que todavía busca un hueco entre mis brazos con la seguridad de que estaremos juntos para siempre, que nunca me tuvo miedo ni creyó que no debía estar con ella. Esperaré imaginándolo todo, fingiendo que todo es perfecto y que nunca dejará de serlo. Y algún día volveré a subir al tejado, volveré a retarla a imitarme, volveré a intentar convencerla de que hay mucho más que hacer, de que venga conmigo. Volveré a fracasar, a hacerla llorar, a sentirme culpable. Pero esa vez no me quedaré para fingir por más tiempo. Esa vez me saldrán alas y volaré lejos, adonde nadie pueda verme, al cielo, a las nubes, al sol.

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